Cartier-Bresson: su primera retrospectiva en Bogotá

Cartier Bresson nació en 1908 y desde niño mostró una fuerte inclinación por el arte, particularmente por el dibujo y la pintura, técnicas en las que se formó durante su juventud. Durante los años veinte fue cercano al movimiento surrealista, en un momento de su historia en el que la imagen fotosensible protagonizaba su proyecto poético.

Durante los años treinta dejó París y recorrió el mundo: primero el África subsahariana, en donde tomó sus primeras imágenes; después Europa Oriental y Meridional, de donde proceden algunas de sus instantáneas más impactantes; y finalmente México.

De regreso en Europa, a finales de los años treinta, en medio de un contexto político marcado por la llegada al poder del fascismo en Alemania y España, Cartier-Bresson debutó como fotoperiodista. De estos años sobresale el reportaje sobre la coronación de Jorge VI como rey de Inglaterra y dos documentales cinematográficos sobre la Guerra civil española, Victoire de la vie y L’Espagne vivra.

Durante la Segunda Guerra Mundial fue enlistado en el Servicio Cinematográfico del ejército francés y fue detenido en un campo de prisioneros en Alemania, del que logró huir tras tres intentos de fuga en 1943. De regreso a su país continúo con su trabajo de fotoperiodista documentando la Masacre en Oradour-sur-Glanes, un campo de prisioneros en Dessau y la liberación de París y Alemania.

 

En 1947 el Museo de Arte Moderno de Nueva York organizó una retrospectiva póstuma en su honor, pues entonces se creyó que el fotógrafo había muerto durante la guerra. Muestra que impulsó su reconocimiento internacional y que, entre otras cosas, le permitió iniciar junto al escritor John Malcolm Brinnin un extenso reportaje a lo largo de Estados Unidos que se inscribe en la tradición del viaje fotográfico norteamericano. Ese mismo año fundó, junto a los fotógrafos David Seymour, Robert Capa, William Vandivert y George Rodger, la emblemática agencia Magnum Photos.

Para Magnum Cartier-Bresson realizó sus reportajes más emblemáticos. Con la mirada aguda y respetuosa que lo caracterizó fue testigo de algunos de los acontecimientos más importantes del siglo XX, entre ellos, los últimos días del Kuomintang en China, los funerales de Gandhi en India y la independencia de Indonesia. Cabe recordar que Cartier-Bresson fue el primer fotógrafo a quien la URSS le otorgó visa de periodista desde el inició de la Guerra Fría.

En 1952 publicó su primer libro, Images à la Sauvette [El instante decisivo], cuya carátula estuvo a cargo del artista Henri Matisse. Unos años más tarde, en 1955, otro artista, el pintor Joan Miró, ilustró la carátula de otro de sus libros, Les Européens.

A principios de los años setenta el fotógrafo se alejó de Magmun y del fotoperiodismo y se dedicó a la conservación de su obra a través de publicaciones, exposiciones y la creación de la Fundación Cartier-Bresson. Al final de su vida retomó su gran pasión, el dibujo. Falleció en 2004.


El “instante decisivo”

En 2010 el MoMa de Nueva York calificó a Cartier-Bresson como “el mejor fotógrafo del siglo XX”, lo hizo durante la exposición The Modern Century, la segunda gran retrospectiva que el museo presentó de su trabajo. Título que se sumó a dos más que ya le había adjudicado el reconocido teórico de la imagen David Präkel, los de ser “el inventor de la fotografía de calle” y “el padre del fotoperiodismo”. Sea o no sea el mejor, lo cierto es que Cartier-Bresson sí es una de las figuras más representativas en la historia de la fotografía y su concepto del “instante decisivo”, que él mismo acuñó y que ciertamente atraviesa todo su trabajo, es una de las ideas más contundentes de la fotografía moderna.

Pero, ¿qué es el “instante decisivo”? En Biografía de una mirada, el documental que Heinz Bütler realizó sobre su vida y obra, el propio Cartier-Bresson describe este concepto de una forma escueta: “Es mirar a través de la cámara y pensar: si, no, no ¡sí!”. De forma más explicativa el crítico Yves Bonnefoy lo define de esta manera: “Si Cartier-Bresson ‘compone’, lo hace solo en el instante, en el muy breve instante en el cual percibe y capta, utiliza y a la vez fulgura su intuición, sin necesidad de volver sobre la situación o el objeto para abordarlo de una manera más reflexiva o calculadora”.

En su afán por no forzar la fotografía sino dejarla fluir, la cámara Leica fue un instrumento determinante para Cartier-Bresson, una máquina que por su ligereza y fácil manipulación, le permitió la práctica de una fotografía peatonal, aérea, sigilosa y fulgurante, aunque no por eso “accidental” sino, por el contrario, de una cuidadísima composición. En palabras del propio fotógrafo: “Nunca he sentido pasión por la fotografía ‘en sí misma’, sino por la posibilidad de captar –olvidándome de mí mismo—en una fracción de segundo, la emoción que el tema desprende y la belleza de la forma”.

© Fuente: Banco de la República Cultural

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