El ser humano, enfocado en sentimientos positivos y de autosuperación, es capaz de lograr gestas espectaculares. Si además traslada al colectivo ese estado de ánimo, los resultados son dignos de análisis. Algo así protagonizó la Selección Colombia en el reciente Mundial de Brasil, donde la ilusión por volver a disputar un torneo de estas características después de 16 años y la perfecta comunión en el seno de la plantilla, más el magnífico apoyo de su hinchada, llevó al combinado cafetero a celebrar la mejor clasificación de su historia, quedándose a las puertas de un mejor futuro si cabe en un encuentro de cuartos de final no exento de polémica.
La primera fase de la Selección Colombia fue impecable. Todo victorias. 9 puntos después de tres partidos, donde el equipo entrenador por José Pekerman desarrolló un juego alegre y efectivo, con 9 goles a favor y tan sólo 2 en contra. Entre las claves del éxito destacan:
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Con estos resultados (mostrados en el cuadro de arriba), el país entero se volcó con su selección, aumentando así la fe en conseguir un logro importante. El cruce de octavos de final le llevó a enfrentarse con Uruguay, un combinado que se clasificó con 6 puntos, después de dos victorias y una derrota en la fase regular.
El partido contra Uruguay, probablemente recordado como el partido de James Rodríguez, acabó 2-0 para los amarillos, quienes no dieron opción a los charrúa con un gol del extremo de Ibagué controlando el cuero con el pecho y colocándolo donde no llegaba Muslera a la media hora de juego. A la historia de los goles más bellos de los mundiales pasó este gol, al ser elegido el mejor del torneo.
El partido de la polémica
Y tras superar a Uruguay, llegó el encuentro de la polémica. Quizá también de la vergüenza. Le vino grande, muy grande, el partido al colegiado español Velasco Carballo, como evidenció en más de una ocasión en la Liga española al perder el criterio que exige un enfrentamiento de esta magnitud.
Sus decisiones, castigando de forma excesiva con faltas y tarjetas a los que ejercían de visitantes, marcaron el partido y beneficiaron a Brasil, quien se adelantó en el marcador en un gran error defensivo de Colombia.
La primera parte de Colombia fue muy mala, no entró jamás en el partido, iniciándolo con demasiados nervios. La Selección perdía rápidamente el balón, recibió un gol en un error grave y sufrió 'brasilitis', no siendo fiel al juego que evidenció tan gratamente en la primera fase y en los encuentros de clasificación. Pero Brasil tampoco hacía gala de su superioridad, mostrándose incapaz de marcar más goles.
Así se llegó al descanso, donde Pekerman tuvo que rearmar al equipo táctica y psicológicamente, para volver a la esencia, a esa que le caracterizó en las eliminatorias y en este Mundial. Y ahí le entraron los miedos a Brasil, que lo intentaba porque se sentía anfitriona, pero era incapaz de sentenciar el encuentro. Justo en ese momento llegaron los principales errores del colegiado, que acabaron por romper el partido, anulando un tanto al capitán Yepes.
Del 1-1 se pasó al 2-0, un palo duro en la rueda del equipo dirigido por Pekerman, que precisamente estaba viendo que, pese a su error inicial, podía eliminar al anfitrión del mundial. Pero Velasco Carballo le puso un obstáculo demasiado difícil de salvar y, aún así, llegó el 2-1, de penalti (James, de nuevo), que dejaba el corazón en un puño a la hinchada colombiana.
Conclusión
Y aunque pudiera pensarse lo contrario, este no fue el final. Fue y es el inicio. En presente. En Brasil, la Selección Colombia demostró que hay una nueva generación de jugadores que creen en sus posibilidades y tienen una calidad impresionante. Y lo más importante: son un grupo unido.
Con esas premisas, es imposible no encontrar un claro paralelismo con la Selección Española de 2008, aquella que, dirigida por Luis Aragonés, empezó a confiar en sí misma y a darse cuenta de que podía vencer a los grandes. Un emergente equipo ha venido para quedarse en la elite del fútbol y se llama Selección Colombia.
► Fuente texto: @enclavecomun ► Fuente fotos: Marca